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domingo, 29 de mayo de 2011

CATARSIS



CAPITULO I                                        La Pluma Puede Más Que La Daga.

Iván era, aparentemente, una persona normal; con una familia normal, haciendo lo que un patojo normal de su edad haría.  Su rutinaria vida se basaba en ir a la universidad estatal en donde aprendía a ser un arquitecto de éxito; el año próximo se graduaría Cum Laude, esto no lo emocionaba tanto como el hecho de saber que sería dueño de su vida en cuanto subiera ese último peldaño, o al menos eso esperaba.  En sus ratos libres tocaba en una banda de garaje y en su vida, la normalidad se había vuelto norma.

No obstante, había en él algo más que común.  Su excepcional imaginación y  creatividad le daban una grata preeminencia en la formación superior; sin embargo, la misma inteligencia que lo aventajaba le abrumaba a tal punto que catalogaba lo común como soso y aburrido.   Era como si viera la vida a través de un filtro grisáceo que opacaba todo lo que le rodeaba y encontraba fascinación en las cosas que lograban burlar aquél espectro acromático de “costumbre”  pero eso era muy difícil de encontrar.

Su mente; por el contrario, rebosaba de pigmentos y matices.  Su visión de la realidad se veía interrumpida por fantasías diurnas que llegaban muchas veces al borde del sadismo y perversión; aún así, todo lo encerraba bajo llave en su mente. Ahí languidecía su demencia, según él, segura sin poder hacerle daño a nadie.  Lo hacía porque sabía perfectamente la diferencia entre bien y mal, cosa que aprendió de sus normales padres y normales hermanos que lo criaron con amor y juicio.  De ellos se formó como un hombre comprensivo y respetuoso, deseoso de doblar las reglas para divertirse ya que sabía que romperlas traía consecuencias.

Nunca fue demasiado popular, sus amistades eran pocas y similares a él con aptitudes y actitudes análogas a la propia que facilitaban la comunicación y desarrollo de su desviada psique; entre sus allegados estaban otros jóvenes músicos que encontraban, al igual que Iván, liberación en hacer retumbar los oídos de quienes los escuchaban.   Las señoritas con las que se le podía ver eran, por el contrario, personas comunes que no despertaban en él mayor interés que no fuera sexual; el sexo era el único escape de la cordura; acto en el que se desataba, y disfrutaba  desnudando su cuerpo y su mente casi por completo, cumplía con ellas sus fantasías menos oscuras porque hubiera podido ser encerrado si consumara  las que guardaba celosamente en su caja de pandora mental. 


Así era como vivía su vida normal el chico que no lo era tanto; cumpliendo prioridades, buscando sosiego en su música y encuentros furtivos durante el día mientras por las noches soñaba ser quien no era, quien no se permitía ser y despertaba agradecido de hacerlo del lado correcto de su mente.
Cierta noche que terminaba su monótono rito diario apuntaba cosas normales en un cuaderno de pasta rota y hojas dobladas.  Estaba sentado en el respaldo de una banca de la universidad con los pies en el asiento, uno sobre el otro.   Una chica; aparentemente normal, robó su atención de las líneas gastadas del cuaderno. Una linda joven de cabello rizado, blanca como papel de arroz; vestía una sudadera verde y un jeans raído, caminaba con cadencia como despreciando el suelo que rozaba la gastada suela de sus zapatos deportivos y reía con otra chica de minifalda que caminaba junto a ella. 

Había algo en la risa de aquella que le había quitado la atención de sus apuntes que dispersaba el tinte gris en todo el campus; nunca le había pasado tal cosa; la confusión y curiosidad marcaron su mirada ¿Quién era ella, por qué no la había visto antes? Sin pensarlo siquiera se levantó y siguió al par de jóvenes que se dirigían a un automóvil de los tantos estacionados en el parqueo.  -Ella está casi tan demente como tú.-  Le dijo una voz que cortó sus pasos -Esa es la razón por la que te llama la atención.  Lo que me sorprende es que lo hayas notado con solo escuchar su risa.- 

Por un segundo creyó estarse escuchando a sí mismo, pero la voz de quien le hablaba pertenecía a una niña de cabello y ojos negros cual carbón sentada en el regazo de una hermosa mujer con gafas oscuras.  Instintivamente intentó dar un paso hacia su interlocutora, pero la razón y buen juicio que le habían inculcado sus normales padres le incitaron a seguir su camino buscando la salida del parqueo y alejarse de la extraña aparición infantil que había contestado sus preguntas.

Camino a la parada del autobús Iván continuaba intrigado, no por la chica que le había robado la atención si no por la niña que había escuchado sus pensamientos y respondió sus dudas con esa frase “Ella está casi tan demente como tú…” ¿Quién carajos era esa? Rara… ¿Y por qué lo había insultado así? Aunque llamarlo “demente” no era un insulto per se… ¿por qué sentía como si lo fuera?
 Las luces de un automóvil a punto de arrollarlo interrumpieron sus conjeturas, esquivó el  carro y se asió a la acera no sin antes insultar al conductor quien curiosamente era la chica de hacía unos momentos.  “Ahí está de nuevo.”  Pensó.  “Nunca antes la había visto y ahora hasta iba a atropellarme” Iván se quedó unos segundos pensando en todo lo que había pasado en los últimos quince minutos cuando avistó el autobús que lo llevaría a casa.

 Apartó de su mente todo lo ocurrido como si hubiera sido producto de su imaginación, lo etiquetó  como hubiera hecho con cualquier cosa extraña o fuera de lo normal que maquinara su cabeza y continuó con su rutina; llegó a casa, saludó a mamá normal y a papá normal, comió comida tradicional junto a sus hermanos normales en el comedor de su ordinaria casa y subió a su habitación a hacer sus habituales trabajos universitarios.  Esa noche terminó temprano y se fue a la cama con la sensación en el estómago de haber dejado algo inconcluso.

Cerró los ojos y estaba sentado de nuevo con el cuaderno de pasta rota en el regazo pero en lugar de los apuntes que dejó incompletos notó que las hojas estaban llenas de dibujos de él sentado en el mismo lugar donde se encontraba y la secuencia de las chicas caminando y él siguiéndolas, la misma niña que le hablaba sentada en las piernas de la mujer pero en las ilustraciones el desenlace de los hechos era diferente: él se acercaba y preguntaba exasperado de qué estaba hablando y sin decir más, la mujer le entregó una elegante pluma fuente completamente negra y le señalaba hacia la salida como despidiéndose.
No había en el cuaderno más dibujos o apuntes además de éstos.  Instintivamente caminó hacia donde deberían estar la niña y la mujer esperando encontrar respuestas, pero no había nadie ahí; se preguntaba si estaba despierto y todo había sido una alucinación. 
Caminó hacia la parada de autobús atravesando el parqueo de la facultad, como lo hiciera todos los días sin dejar de preguntarse de dónde salieron los esbozos en su cuaderno, no recordaba haberlos hecho… ¿Era posible que borrara todo un día de su memoria y durante este lapso hubiera dibujado lo que estaba en las hojas dobladas de su cuaderno? ¿Qué otras cosas habrá hecho?

 Súbitamente tres estudiantes pasaron a su lado corriendo exaltados por algo, levantó la vista para ver hacia dónde se dirigían y vio cómo un grupo de gente se aglomeraba alrededor de un auto estacionado no muy lejos.  Curioso, se acercó y para su sorpresa era el auto de la chica que había esquivado. 
Un joven consolaba a dos perturbadas muchachas que lloraban inconsolablemente entre gritos.  Cuando estuvo lo suficientemente cerca para ver la razón de la histeria colectiva pudo ver dentro del auto a  dos mujeres, o lo que quedaba de ellas al menos. Brutalmente asesinadas; entre sangre y vísceras estaban  las dos jóvenes que intentó interceptar el día anterior.  Reconoció a una, la de minifalda; tenía el cabello ensangrentado, pegado al rostro desfigurado como si la hubiesen molido a golpes y le habían sacado los ojos de las cuencas. La cabeza de la otra descansaba sobre sus piernas completamente separada del resto del cuerpo que aún tenía puesto el cinturón de seguridad, los senos descubiertos dejaban ver heridas como de puñaladas cerca del corazón. 

Una oleada de emociones le golpeó el estómago y destellos de lo que parecían escenas de una película de horror pasaron frente a sus ojos. En ellas se veía a sí mismo alcanzando a las dos muchachas, hacía uso de sus dotes de conquista y les hablaba por un buen rato.  Se dirigía sobre todo a la chica de sudadera y la observaba reír, el mundo desaparecía cuando la veía, tenía que ser suya, tenía que tenerla... esa risa…
La conversación se interrumpía por una llamada al teléfono móvil de la chica quien dudó en contestar.  Cuando al fin lo hizo, Iván prestó atención.

–Sí, amor, voy para allá.  No te enojes… Sí, estoy con Claudia… No, no… está bien.  Ya, por favor… dame unos minutos… Está bien… Lo siento… te amo, adiós.-
La voz de la chica formulaba las palabras tenuemente, como con vergüenza y miedo, casi susurrando; sobre todo las últimas cinco palabras… “lo siento… te amo… adiós.”
Algo en Iván había hecho combustión… las entrañas le ardían y la cabeza le palpitaba al momento de oír esas palabras: “te amo…” ¿Quién carajos más que él merecía escuchar tales palabras?  Ella, la chica que lo había cautivado estaba con alguien más y tenía demasiado miedo para dejarlo, eso era tan obvio que le dolía el estómago.
-¿Tu novio?-  Preguntó Iván, escondiendo bien la rabia detrás de sus palabras.

-El “bueno para nada” de su novio, dirás.-  Interrumpió la otra.  -Aún no entiendo por qué sigues con ese tipo Miranda.-  La mueca que hizo Claudia le hizo ver mucho menos agraciada de lo que era.

-“En gustos se rompen géneros” ¿no?- Contestó con una sonrisa forzada.  -Vámonos antes de que vuelva a llamar ¿Sí?-
Iván no podía entenderlo, algo en el pecho le quemaba y sentía como que la mochila que cargaba en la espalda estuviera hecha de hielo.  La cabeza le daba vueltas, nunca se había visto en una situación como esa.  Miranda no era una mujer a quien pudiera describir como “despampanante” Era una chica simpática, muy linda, y para Iván era innegable que sabía guardar las apariencias… había algo que tenía miedo de mostrarle al mundo, al igual que él.

Se hacía tarde y Claudia ofreció que Miranda lo llevara hasta su casa.  Iván pudo percibir una chispa de emoción en los ojos de Miranda que fue inmediatamente reemplazada con una de pavor al recordar la llamada, lo dedujo porque ella lanzó una mirada a su teléfono con inquietud.

-Miranda tiene que hacer, no quisiera quitarles el tiempo.
-Bueno, al menos te dejamos en la parada del autobús, así te ahorramos la caminata. – Concluyó la chica.
-Perfecto, gracias.- Dijo sonriendo.

Mientras abría la portezuela del auto pensaba en que no quería dejarlas ir, no quería dejar ir a Miranda.  Cada segundo que pasaba se sentía peor, el cerebro le hacía implosiones dentro del cráneo y sintió desmayarse confundiendo el sueño con la realidad.

Ya no quedaba nadie más en el lugar más que ellos.  Se sentó en el asiento trasero en el medio para poder ver a las dos chicas, sentía que perdía motricidad ¿Qué le estaba pasando? Pero las jóvenes no parecían notar nada extraño.   Algo en Iván había reventado, un chasquido en medio de sus oídos le había liberado del dolor y el malestar… pero algo se había roto, de eso estaba seguro.
Sin dejar siquiera que Miranda arrancara el automóvil atravesó su garganta con la pluma que le había dado la mujer y golpeó brutalmente el rostro de la otra contra el tablero dejándola aturdida antes de que pudiera gritar.  

Mientras dejaba que la chica en el asiento del piloto se ahogara con su sangre sin poder moverse centró su atención en la Claudia y acercó la punta de metal al rostro mientras le decía “te gusta que te miren ¡¿Verdad perra?! Por eso te vestís  así, porque te gusta tener los ojos de otros encima… “Pues ahora vas a verte vos…  ¡¡Te vas a ver desde afuera!!” y con una mano le cubrió la boca y con la otra, ayudado de la pluma le sacó los ojos.  Sumido en un frenesí embriagante sentía como los dientes de la chica mordían sus dedos y una sensación como de orgasmo aumentado cien veces recorría su cuerpo hasta que la chica cayó inconsciente y soltó su mano.
Se abalanzó sobre la otra y rasgó con furor la cremallera de la sudadera empapada en sangre y el más exquisito aroma invadió sus fosas nasales, la mezcla del perfume de aquella mujer y su sangre era la más delicada ambrosía; acercó su rostro al pecho e inhaló vigorosamente, rasgó el sostén y el olor fue aún más fuerte, vio hacia arriba buscando la expresión aterrada de su presa pero no había tal, no había en esos ojos miedo o pánico… ella lo veía agonizante con el dolor estampado en el semblante pero sus ojos… esos ojos le pedían que siguiera, le explicaban que ella también lo estaba disfrutando y deseoso de complacer esa mirada dirigió frenéticamente la punta de la pluma su corazón, una y otra vez hasta que llegó a un clímax comparable únicamente con el nirvana mientras avistaba en último fulgor de vida escaparse de los ojos de Miranda... ya no había chispa alguna en ella… ya nunca se reiría, para él o para nadie más. 

 La mujer de al lado despertó de su desmayo y empezó a convulsionar debido al estado de shock en el que se encontraba.  Él tomó su cabello y embistió su cabeza nuevamente contra el tablero una y otra vez hasta que dejó de moverse por completo.  Vencido por el desgaste físico y emocional se desplomó en el asiento trasero.

Iván despertó sobresaltado de su letargo, su rostro estaba completamente pálido y tenía la boca seca, se había olvidado de respirar; él no había hecho eso ¡No podía! ¿Qué pasaría si lo descubren? Sus normales padres le enseñaron a no hacer cosas malas porque era… ¡Malo!

Por reflejo buscó algo en sus bolsillos.  Sacó un cilindro negro de uno de ellos, con aprensión volteó y comprobó que era la pluma y que la punta estaba torcida y ensangrentada.  Algo le hizo levantar la vista y se topó con las miradas repugnadas de los que le rodeaban.  Sin parpadear bajó la cabeza y vio su ropa completamente teñida de un intenso color escarlata ¿Cómo había pasado esto? ¡Él guardaba sus fantasías en su caja de pandora subconsciente! Nunca nada había salido de esa caja…
La niña…  ¡La niña era la culpable, estaba seguro, nada malo le había pasado hasta que la mujer le dio la pluma! ¡La pluma era la llave para su cerradura mental! La pluma liberaba al que despertaba cuando él estaba durmiendo.  El chasquido que escuchó antes cuando le dolía la cabeza debió ser el seguro que se rompía…  Soltó la pluma.

 Pero había algo que no cuadraba… él no había decapitado a la chica, se había detenido después de apuñalarla… volteó hacia la sangrienta escena para cerciorarse y vio  la cabeza que descansaba en el regazo del cuerpo en el asiento del copiloto y ésta lo vio de vuelta, con sus ojos vidriosos y fríos, sin chispa… algo le golpeó el estómago de nuevo esta vez tan fuerte que invocó al vómito.

“¡No, no, Miranda…!” pensaba.  No podía creerlo.  Todo lo que le rodeaba perdía importancia, perdía color, sonido, luz.  El mundo se encogía, se estrechaba y su cerebro se expandía, sentía que se desbordaba fuera de sus oídos. Por tercera vez dirigió la vista hacia el interior del auto y detenidamente escudriñó todo mientras repasaba mentalmente las escenas de su thriller personal en donde él era el personaje de la máscara de hockey… pero él no la había decapitado… pensaba.  Veía en su cabeza a la niña y la pluma, la mano de la mujer cuando se la dio… y de nuevo vio hacia la cabeza de su Miranda en las piernas de la otra chica, pensaba en la niña que estaba sentada en el regazo de la mujer de gafas oscuras y de nuevo la cabeza.
Ya no había nada, nada más que el auto y él parado enfrente.  Ya no veía a ninguna persona señalándolo con el rostro marcado por la repulsión y el horror de hallar al culpable.  El mundo tenía una dimensión de tres por cinco metros y él era el único habitante vivo.  Ya no sentía el olor a clavos amontonados de la sangre y la cabeza.  La veía y no creía... ¿Cómo pasó?...
“¿Cómo pasó?... ¡¿Cómo pasó?!” sabía exactamente cómo, cuándo, dónde… pero no entendía por qué.  Algo le hacía cosquillas en las mejillas.  Las lágrimas rodaban por su cara tratando de lavarle el dolor, pero no funcionaba, estaba completamente destruido.   Nada, nunca, le lavaría la culpa y el dolor.  Nunca. Nada.

-Miranda…- susurró. 

Como si ella lo hubiera escuchado, la cabeza en el regazo de Claudia se giró para verlo completamente de frente.  Parpadeó.  Escuchó la risa de ella que lo volvía loco, literalmente,  pero esta vez la escuchó muy lejos.  Aterrorizado, se giró buscándola con los ojos por todos lados.  El mundo recobró sus dimensiones regulares y se repobló con toda la gente a su alrededor, pero ya no habían sonidos, solo aquella risa. 
Cuando volvió hacia el auto, en lugar del cadáver de Claudia estaba la mujer de gafas y la cabeza de Miranda había sido reemplazada por la niña que lo veía divertida mientras le decía: “Te dije que ella estaba tan trastornada como  tú…”

Iván escuchó esto sumido en rabia y dolor mientras despertaba gritando en su habitación normal empapado en sudor frío y lágrimas.  El estómago le dio un vuelco, como pudo saltó de la cama y encendió la luz, revisó su ropa, sus manos… nada. 


La voz de su hermano mayor interrumpió su búsqueda por rastros de sangre. 
-¿Y vos que putas?- Le preguntó viéndolo desde la puerta. 

Sus normales padres entraron corriendo a la habitación. 

-Iván ¿Qué pasa?- dijo su madre con la preocupación en lugar de rostro.

-Fue… fue una pesadilla.- Dijo, hablándole al suelo pues aún no lo podía creer.  – ¡Tan real!- Sonrió dándose cuenta que temblaba.

-Bien.- Dijo su padre. –Vuelve a Dormir.- Y se retiró. Su madre fue por un calmante pues vio que eraba realmente muy alterado y no se fue hasta que comprobar que se lo tomara.
-Descansa vos, fue un mal sueño.-  Dijo su hermano mientras se iba.
Todo había sido eso, un sueño… una catarsis que le obligó a desechar su bóveda de sadismo para siempre, convenciéndolo de que pensar cosas malas también era malo y caviló que sus padres normales nunca le advirtieron sobre esto, no le dijeron que a veces las fantasías son muy reales y que los monstruos también existen pero dentro de nosotros mismos.
Respiró profundo, rió con alivio y emoción… ¡Todo había sido un sueño! El último grito de su consciencia moribunda que disparó a matar o morir.  Su inconsciente debía darle un susto como ese para darse cuenta de que no quería lastimar a nadie en realidad, que no era más que una forma de cambiar lo normal y hacerlo más interesante… pero muchas veces la seguridad no está en lo conocido… él se conocía, se conocía mejor que nadie y aún así no estaba seguro de poder confiar en sí mismo.  ¡Pero nunca más! No volvería a pensar tales atrocidades, había encontrado equilibrio y cordura, todo gracias a ese tórrido sueño.
Se derrumbó cayendo sobre sus rodillas y pidió perdón a Dios por pensar tales cosas y le agradeció infinitamente de que fuera solo un sueño.  Y se emocionó al pensar en la chica, en aquella risa.  Tal vez, si había sido un sueño, podía ser que ella no estuviera con nadie.  “Tal vez tenga una chance” pensó.
Convenciéndose de que todo estaba bien se acostó de nuevo en su cama pensando en lo que debía hacer al día siguiente, más prioridades, más quehaceres y ella… Miranda, si ése era su nombre.  La buscaría y hablaría con ella, la haría reír, le invitaría a un café y sonrió.
Deslizó las manos bajo su almohada acomodándose para conciliar el sueño; pero al hacerlo sintió algo que reconoció perfectamente, lo había tenido antes entre sus dedos, dentro de su inhumano puño cerrado…  ¡la pluma de la mujer con la punta torcida y manchada de sangre!





2 comentarios:

  1. Sos una excelente escritora, y como yo, tenés la cabeza llena de espacios bien oscuros y retorcidos. Yo por mi parte disfruté de tu cuento de una manera increíble y deliciosa, no te lo puedo describir, me recordó un poco a mi, y a mis fantasías enfermas y retorcidas, que son tan oscuras como lo que escribo, creo que es algo que ya sabés de mi y me hace pensar que después de todo, habemos muchos con la necesidad de escribir, de plasmar y de ser. Felicidades niña, este cuento definitivamente es perfecto.

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  2. Graaaacias Jess. Me alegra que te gustara y que te identificaras :D Viniendo de vos eso es mucho.

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